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El cambio climático es un fenómeno a escala mundial, que representa una de las principales preocupaciones de las sociedades y gobiernos en el planeta. Sabemos que la intensiva emisión de gases de invernadero como el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4) se producen principalmente por la quema de combustibles fósiles, lo que afecta los patrones de la temperatura y de la precipitación en el planeta, esto ocasiona otro tipo de impactos como la elevación de la acidez en el océano, la migración de especies y el incremento en la intensidad de ciclones y tormentas tropicales (IPCC, 2014).
Los estudios indican que los efectos tendrán un alto costo social (Adger et al., 2013), razón por la cual además de buscar reducir la cantidad de CO2 y otros gases a la atmósfera, los esfuerzos también se enfocan en que las personas comencemos a tomar participación activa con medidas de mitigación y adaptación para las condiciones futuras (Bierbaum, 2013; Reckien, 2014).
El concepto de HUELLA VERDE consiste en medir e informar el impacto ambiental que es provocado por una actividad específica del ser humano, comparando los recursos naturales que se consumen para realizar dicha actividad con la capacidad del medio ambiente para absorber y/o degradar los residuos que se generan y así se puede determinar si una actividad es sostenible o no.
En una visión muy poco optimista podemos decir que a las generaciones futuras les dejamos problemas, pobreza, incertidumbre, los desperdicios que vamos generando y hemos ido acumulando a lo largo de la historia, la basura social y ambiental, les heredamos enfermedad y locura, una vida más difícil de la que hemos enfrentado, encima, también les dejamos la responsabilidad de reparar y si lo logran, rescatar todo o algo de lo que no pudimos o no quisimos hacer.
En una visión responsable y optimista, estamos siempre a tiempo de tomar una participación activa y modificar hábitos de consumo, personales, de educación y cultura que nos permitan permear una conciencia más amigable con el ambiente, escalar en acciones para un mejor futuro no sólo para mí y para los míos, sino para mi entorno y nuestro planeta, podemos buscar mejores y más eficientes maneras de transmitir un componente ambiental en todas nuestras actividades y quehaceres de nuestra vida diaria, tanto personal como profesional.
Por ejemplo, el optimizar el uso del agua, utilizando la lavadora con cargas completas, disminuir el uso de plásticos de 1 solo uso, regar el jardín por la noche, sólo en sequia máximo 2 veces a la semana, duchas rápidas, fomentar y participar en el consumo local y buscar productos artesanales sobre productos industrializados.
El trabajar en modificar hábitos de consumo, en mejorar nuestra educación, conocimientos y cultura, en transmitir lo poco o mucho que podemos aportar en el tema ambiental y de sostenibilidad y hacer constantemente ejercicios de análisis personales así como en familia, amigos o equipos de trabajo, acerca de que podemos seguir mejorando, por ejemplo personalmente me encantan las plantas y los árboles frutales y siempre busco poner un toque verde o ambiental en mis cursos, pláticas y proyectos.
Cuando empecé a trabajar con este tema por cuestiones de interés personal y profesionales, tenía una visión muy catastrófica y pesimista; al ir investigando me gustó ver que aunque la situación es grave y es un enorme reto, hay un conjunto de esfuerzos de muchas personas de todas partes del mundo, de cualquier cantidad de disciplinas y diferentes vocaciones y visiones que siguen avanzando en buscar mejorar la situación presente y los escenarios futuros, que no estamos ni queremos estar sentados de brazos cruzados y que poco a poco esos pequeños esfuerzos rendirán grandes frutos.
Veo con gran alegría que cada vez más personas y sectores educativos, gobiernos, y sociedad en conjunto queremos participar con programas educativos integrales desde los más pequeños hasta los adultos mayores y también veo como cada vez más se va “ambientalizando” toda la educación, y la profesionalización en todos los campos. Considero que el primer paso es trabajar en una conciencia ambiental y social, teniendo un claro entendimiento de lo que es un daño ambiental, un daño social y un diagnóstico informado y con base científica, diversificar el conocimiento y hacerlo accesible y amigable para que todos entendamos que nuestras actividades impactan de forma positiva o negativa al medio ambiente y al planeta.
Ahora ¿Qué puedo hacer yo para reducir mi huella ecológica? Aquí algunas sugerencias:
- Ser un consumidor responsable.
- Comprar y consumir sólo lo que necesito.
- Usar todo lo que compre. Si no lo utilizo, reciclar o regalar.
- Ser responsable con el consumo de energía.
- Utilizar energías renovables.
- Plantar y cuidar los árboles.
- Consumir agua con responsabilidad.
- Tener un consumo responsable de plásticos (como evitar o reducir en lo posible el uso de popotes y desechables).
- Ser responsable con los desechos (como no contaminar, recoger y separar la basura), principalmente buscar el reciclaje en lo que he utilizado.
- Cuidar y respetar a las plantas y a los animales.
- Mantener limpios y ordenados los lugares donde vivo, estudio y trabajo.
- Informarme acerca del impacto de mi huella ecológica para comprometerme a mejorar mis hábitos, creando la conciencia de realizar actividades sustentables todos los días.
“Un planeta limpio empieza por uno mismo, todas las pequeñas acciones suman”.
“Que tus pasos sean firmes y responsables y que dejen una GRAN HUELLA en la humanidad, pero muy pequeña en el impacto al planeta”.
Karina G. Ocaña Espinosa de los Monteros.
Por: Dra. Karina Griselda Ocaña
Profesora en el Departamento de Tecnologías sostenibles e Ingeniería civil
Investigadora en el área de Ingeniería portuaria, costera y ambiental