Quienes tenemos contacto con jóvenes y adolescentes, ya sea porque somos docentes o por contactos directos en nuestra familia y círculos de amistad, constantemente les escuchamos decir o vemos que publican en redes sociales frases como “fe en la humanidad perdida”, “se tenía que decir y se dijo: estamos fritos”, “para qué sigo con esto, el fin del mundo se acerca”, “no hay futuro, pero hay memes”, entre muchas otras variaciones. Todas estas frases, que muchas veces suelen ir acompañadas de memes, nos hacen ver una cosa: las generaciones de jóvenes, y no tan jóvenes, vivimos en una etapa de constante ansiedad por el presente que vivimos y el futuro que nos espera.
Juventudes, las más afectadas
De acuerdo con la revista Time, las juventudes son el grupo poblacional que más se ha visto afectado emocional y psicológicamente por la ansiedad por el futuro, particularmente la ecoansiedad, que es causada por los efectos que tiene el cambio climático en su futuro (Coffey et al, 2021). En su artículo en la revisata Time, Jeffrey Kluger destaca la existencia de cada vez más estudios sobre los efectos de esta ecoansiedad en las juventudes: aproximadamente un 20% de los jóvenes encuestados en Estados Unidos cuestionan tener hijos o hijas ya que les preocupa el mundo futuro que les heredarían; o que más del 45% de jóvenes encuestados por The Lancet consideran que la ecoansiedad les afecta negativamente en sus actividades diarias (Kluger, 2025).
Al leer estos datos, podríamos sorprendernos, pero la realidad es que no. No sorprenden estos datos alarmantes, ya que muchas personas como yo, una millenial en plenitud, también sufrimos de esta ecoansiedad y desesperanza al leer diariamente noticias sobre desastres naturales catastróficos en todo el mundo; personas desplazadas de sus hogares y países de origen por efectos del cambio climático y/o conflictos armados; crecientes guerras, invasiones y situaciones violentas en diversas regiones del mundo que atentan contra la vida de las personas, o encabezados que indican que este mes fue el más caluroso de la historia (no importa cuándo leamos los encabezados, sólo se actualiza el mes y el año).
Entonces, ¿cómo podemos recuperar esa esperanza, cómo recuperar fe en la humanidad, retransmitirla y motivar a las y los jóvenes para que, en conjunto, hagamos esos cambios efectivos que requerimos como humanidad?
Caminos a la esperanza
Primero, debemos transmitirles que esto es un trabajo colaborativo, como generaciones previas debemos asumir nuestra corresponsabilidad sobre las situaciones que vivimos, y no trasladarles la responsabilidad por el simple hecho de ser “la generación del futuro”. Por ello, debemos ofrecerles a las juventudes una mano colaborativa, escucharles y orientarles en la identificación e implementación de acciones que nos permitan generar cambios significativos en nuestras vidas y entornos.
En segundo lugar, debemos de asegurarnos de que la información que reciben es verdadera y confiable. Para bien y para mal, vivimos en una época en la que es más fácil desinformar y mal informar a las personas que proporcionar datos duros y verificables. Por ello, debemos asegurarnos que la información que les compartimos y a la que tienen acceso es veraz. Pero no nada más se trata de darles la información, sino hacerles una invitación a cuestionarla, analizarla e identificar causas de origen y posibles soluciones a esos datos que les generen ansiedad. Al desarrollar un sentido crítico, también les ayudamos a desarrollar su interés y agencia de cambio para posicionar y avanzar los temas que les preocupan.
Una tercera propuesta es que debemos abrirles espacios de diálogo e interlocución para que puedan expresar sus ideas, sugerencias, miedos y frustraciones. Además de abrirles estos espacios, les estamos empoderando para que se apropien de su voz y sean ellas y ellos quienes representen a sus generaciones en la identificación de los retos que enfrentan, pero también en la generación de soluciones para hacer frente a estos retos.
En pocas palabras, debemos transformar nuestro miedo y desesperanza en motivación y agencia para exigir acciones que transformen la vida de todas las personas, acciones que permitan seguir avanzando el desarrollo sostenible y la acción climática.
Iniciativas que ya están en acción
El camino no es ni será fácil, ya hemos sobrepasado demasiados límites planetarios y cruzado muchos puntos de no retorno en ámbitos sociales y ambientales; pero, no por ello, debemos de perder la esperanza de que aún podemos generar cambio significativos.
Para lograrlo, miremos a los lados, observemos lo que ya están haciendo muchas juventudes activistas y agentes de cambio en temas sociales, económicos y ambientales. Repliquemos los buenos ejemplos y las buenas prácticas en nuestras instituciones y sociedades, y escalémoslas en nuestras comunidades.
¿En dónde podemos encontrar estas buenas prácticas? Ejemplos hay muchos, uno de ellos es el Reporte de Iniciativas de Desarrollo Sostenible del Tecnológico de Monterrey, cuya tercera edición identificó 851 iniciativas implementadas por integrantes de la Comunidad del Tecnológico de Monterrey a favor del desarrollo sostenible y la vida de las personas. Estas acciones han sido de inspiración para muchas otras personas para continuar generando espacios de participación e incidencia en las juventudes y en generaciones no tan jóvenes.
Debemos escuchar ese grito de auxilio de las juventudes, y el nuestro también, para continuar despertando al colectivo y seguir movilizando la acción climática; y logremos transformar esa ecoansiedad en ecoesperanza.
Por: Mtra. Karina M. Ruiz Aguilar
Líder de Vinculación Estratégica, Ruta Azul
Manager de SDSN México, por el Tec de Monterrey
Referencias: