La reciente Conferencia de las Partes (COP27) celebrada en Sharm El-Sheikh, Egipto, terminó en la madrugada del 20 de noviembre de 2022. Con ello, se cierra una conferencia mundial en la que no se tenían grandes expectativas de progreso por considerarse una COP de transición en un momento complicado. En el contexto internacional, fue un año que vio la luz tras más de dos años de pandemia por el COVID-19, estalló la intervención militar en Ucrania y se generó un panorama internacional complicado a raíz de estos y otros sucesos.
Avances limitados
En cuanto a los avances alcanzados durante la COP27 es destacable el que implica alcanzar un acuerdo para establecer un mecanismo para enfrentar los daños y pérdidas provocados por el cambio climático, es decir, aquellos que son resultado directo de los embates del cambio climático que ya se viven de forma cotidiana en muchos países del mundo.
Sin embargo, este acuerdo es apenas un atisbo de voluntad internacional para financiar una respuesta ante los daños y pérdidas, el cual, cabe mencionar, incluye la disposición de naciones desarrolladas de establecer un fondo y medidas de proveer asistencia técnica para evitar, minimizar y responder a la urgencia climática.
También podemos hablar de algunos avances como el establecimiento de un programa de trabajo con el objetivo de aumentar urgentemente la ambición y la aplicación de la mitigación en esta década crítica. Pues el objetivo sigue siendo reducir 45% las emisiones globales de gases de efecto invernadero para 2030 para tener mayores probabilidades de permanecer por debajo de 1.5 grados centígrados de aumento de la temperatura global, que es la meta del Acuerdo de París.
Otros avances destacables son el progreso en la “Agenda de Bridgetown” para movilizar trillones de dólares para inversiones verdes, el establecimiento de reglas para mercados de carbono y la decisión de establecer un marco para fijar una meta global de adaptación, entre los puntos más relevantes durante las negociaciones.
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Asimismo, México presentó un nuevo compromiso nacionalmente determinado, con un objetivo más ambicioso. El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, presentó en la COP27 el compromiso de aumentar la meta de reducción de emisiones de 22% a 35% para 2030.
Objetivo: acelerar los resultados
Lo anterior nos lleva a deducir que los “avances” son acuerdos para discutir estos y otros temas en una fecha futura. Siempre será loable el establecimiento de acuerdos y las muestras de buena voluntad de los países desarrollados, pero es tangible que el progreso global para enfrentar el cambio climático sigue siendo alarmantemente insuficiente.
Como afirma el análisis post COP27 de Climate Action Tracker: “Este año se han producido algunos hitos notables, pero en general seguimos sin ver la escala ni la velocidad de aplicación necesarias para cerrar la brecha y mantener abierta la posibilidad de 1.5°C”.
Podemos afirmar que los gobiernos del mundo claramente no están haciendo lo suficiente. De acuerdo a Climate Action Tracker, tomando en cuenta las acciones implementadas en la actualidad, vamos hacia un aumento de la temperatura media global de 2.8 °C. En el escenario más optimista, es decir, si los compromisos se cumplieran, estaríamos en el rango de un aumento de 1.8 °C.
No obstante, los países no están cumpliendo con sus compromisos y su responsabilidad de salvaguardar nuestro derecho humano a un medioambiente sano. Los impactos de un aumento así serían devastadores, particularmente para los países más vulnerables, entre ellos, México.
Frente a este panorama, se nos acaba el tiempo para realizar cambios rápidos, a gran escala y sin precedentes en todo nivel de la sociedad para lograr estabilizar la temperatura en 1.5 °C. El IPCC nos advierte que las emisiones deben llegar a su punto máximo antes de 2025 y caer 43% para 2030 para darnos una probabilidad de permanecer por debajo de 1.5 °C.
La sociedad civil toma acciones legales
El panorama actual es complicado. ¿Así es posible evitar un escenario catastrófico? Sin duda, es posible, pero no está garantizado; no hay certeza de que lo lograremos. Entonces ¿qué podemos hacer para que los gobiernos aumenten su ambición actual?
Frente a la inacción y falta de ambición de los gobiernos del mundo, la sociedad civil mundial ha tomado el asunto en sus manos. A nivel mundial han aumentado los casos de litigios sobre cambio climático de la sociedad civil contra sus propios gobiernos.
Cabe destacar el caso de Urgenda, una asociación civil de Holanda que llevó al gobierno de su país a la Suprema Corte por no cumplir su deber de cuidado al tener políticas poco ambiciosas sobre cambio climático. Urgenda ganó el juicio y el gobierno holandés tuvo que cumplir.
Actualmente, en el mundo hay alrededor de 1000 procesos judiciales de demandas ciudadanas contra sus gobiernos. Nada más en EE.UU. hay más de 600 juicios en proceso.
En Latinoamérica hay un solo caso, en Colombia. Fuera de eso toda la región está ausente en esta tendencia de litigios a nivel mundial. Esto a pesar de que el litigio climático se está volviendo uno de los mecanismos más efectivos para garantizar la acción climática de los gobiernos mundiales.
No podemos dejar en manos de los gobiernos la acción climática, pues, tras casi tres décadas de negociaciones, lo que hacen es preocupantemente insuficiente. Cada actor en todo nivel de la sociedad debe ser parte de la solución, incluyendo individuos, universidades, organizaciones de la sociedad civil, sector privado y el gobierno. Lo único que no podemos permitirnos es no hacer nada, ya que la apatía y la pasividad serán nuestra condena.
Como dice Robert Swann, activista por el uso de energías renovables, “la peor amenaza a nuestro planeta es la creencia que alguien más lo salvará”.
Por: Dr. Luis Fernández Carril
Coordinador de Sostenibilidad y Cambio Climático
Tecnológico de Monterrey