En un mundo cada vez más consciente de los efectos del cambio climático, hay un tema que se repite indiscutiblemente en cada COP: la descarbonización del transporte. Para algunos países una prioridad, para muchos otros un desafío que compite con necesidades mucho más urgentes.
De acuerdo a la tercera edición del Informe Regional sobre Movilidad Eléctrica en América Latina y el Caribe, para el año 2019, el sector del transporte representa el 15% del total de las emisiones de GEI en América Latina, aunque con las políticas actuales se estima que las emisiones aumentarán un 50% para 2050.
Ahora bien, analizando el panorama específico de México se puede ver que de las emisiones de GEI del sector energía, el mayor contribuyente es justamente el del sector Transporte, con el 36% (171 Mt). (Sánchez Vela et al., 2020). Estos datos revelan que la disminución de emisiones provenientes del sector transporte debe ser una prioridad para avanzar hacia ese futuro sostenible que las generaciones futuras necesitan.
Marco normativo nacional e internacional
¿A qué se ha comprometido México? Se ha escuchado mucho acerca del Acuerdo de París, donde 196 partes (incluyendo a México) se comprometieron a limitar el calentamiento mundial por debajo de 2° centígrados en comparación con los niveles preindustriales. Desde entonces, México ha estado presente en la discusión climática, realizando diferentes compromisos nacionales en materia de electrificación del transporte. Como en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2018, realizada en Katowice, Polonia, donde México firmó la famosa declaración DRIVING CHANGE TOGETHER para lograr un transporte sostenible e impulsar el desarrollo de la electromovilidad. México también ha estado presente en el Pacto de Glasgow, ampliamente discutido durante la COP 26 y 27, donde se habló sobre una meta aspiracional: que todos los automóviles nuevos que se vendan en el mundo a partir de 2040 sean de cero emisiones. ¿Ambicioso? Claro que sí.
Retos que enfrentamos
El camino hacia la electrificación del transporte en México está lleno de retos y desafíos, y por supuesto que era de esperarse. Los vehículos de combustión interna han dominado el mercado y definido los hábitos de movilidad durante décadas. La realidad es que, a pesar de contar con políticas públicas e incentivos fiscales, el porcentaje de VE en el parque vehicular sigue siendo demasiado bajo. De acuerdo al Instituto Mexicano del Transporte (2022), en 2021, apenas el 0.09% de los vehículos vendidos eran completamente eléctricos. Los híbridos conectables no llegaban ni al 1%. ¿Por qué? Para empezar, México cuenta con alrededor de 1,100 electrolineras públicas, pero definitivamente no son suficientes (Sánchez et al., 2022). Hace falta el desarrollo de una red de infraestructura de carga que tenga una perspectiva de planeación del territorio, en donde se pueda garantizar accesibilidad de la misma.
Ahora bien, tomando en cuenta el contexto económico del país, el acceso a los vehículos eléctricos sigue siendo una opción limitada para una parte significativa de la población. En el primer trimestre del 2024, el ingreso promedio mensual de la fuerza laboral de profesionistas y técnicos rondó los $8,000 pesos mexicanos (Data México, 2024). Lo que haría prácticamente imposible que la mayoría de las familias adquieran un vehículo eléctrico, cuyo costo inicial puede superar los $300,000 pesos mexicanos.
A pesar de que los VE son más económicos a largo plazo (debido al menor costo operativo), su precio inicial es una barrera innegable para gran parte de la población. Por ello, para poder cumplir las Contribuciones Determinadas Nacionales, resulta indispensable tomar en cuenta la electrificación del transporte público, ya que éste es el medio principal de movilidad para millones de mexicanos.
Las oportunidades en la electrificación
Ya hablamos un poco acerca de los retos, ahora hablemos sobre las oportunidades para México. Tres palabras clave: ubicación, tratados y fuerza. Su posición geográfica, cercana al mayor mercado de VE del mundo (Estados Unidos) hace que México sea ampliamente atractivo para la fabricación de partes y ensamblaje de vehículos eléctricos.
Al día de hoy, México tiene una economía abierta con 14 tratados de libre comercio (TLC) que abarcan 50 países. Uno de los tratados más conocidos, el firmado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC): este tratado no sólo promueve el comercio sin aranceles entre los tres países, sino que también establece requisitos estrictos de contenido regional, lo que promueve el hecho de que los vehículos eléctricos y sus componentes se fabriquen en la región. Finalmente, la fuerza laboral mexicana, reconocida por su alta especialización en la industria automotriz, representa una ventaja competitiva clave.
Reflexión final
En países pioneros en la transición a la electromovilidad, como Noruega o Chile, los incentivos fiscales y las facilidades para los usuarios han sido clave para el éxito de esta transición. Carriles exclusivos, estacionamientos gratuitos y subsidios directos son algunas de las muchas medidas que fueron clave para su éxito. Definitivamente creo que México debe de aprender de estas acciones exitosas realizadas y replicarlas.
También es importante no idealizar a los VE y reconocer que existen grandes áreas de oportunidad para la reducción de emisiones generadas en toda la cadena de suministro. Ya que actualmente, un gran porcentaje de energía suministrada a la red eléctrica proviene de la quema de combustibles fósiles y el impacto ambiental de la extracción de litio y otros metales raros (necesitados para diferentes componentes de un VE) es inminente.
Un auto eléctrico por sí solo no resolverá la crisis ambiental, pero igual que la lucha contra el cambio climático esta transición a la electromovilidad debe de ser vista holísticamente. Y es importante reconocer las áreas de oportunidad para incluirlos en la creación de una estrategia nacional más sólida, que incluya esfuerzos para descarbonizar la red eléctrica, reducir los impactos de la extracción de materias primas y buscar tener procesos sostenibles. En definitiva, la transición hacia la electromovilidad no será fácil, pero cada paso que demos hoy nos acercará al México sostenible que soñamos para mañana.
Por: Ana Paula Martínez Caldera
Estudiante de Ingeniería Industrial y de Sistemas, Séptimo semestre
Tecnológico de Monterrey
a01747336@tec.mx
Referencias:
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