1. Un contaminante emergente en la atmósfera
Durante décadas, la preocupación por los microplásticos se ha centrado en ambientes acuáticos. No obstante, estudios recientes confirman que también están presentes en el aire que respiramos, dispersándose ampliamente por la atmósfera y alcanzando incluso zonas remotas como el Ártico o los Alpes [1]. Estas partículas, de menos de 5 mm, pueden clasificarse en primarias (intencionalmente fabricadas en tamaños pequeños, como en cosméticos) y secundarias (producto de la fragmentación de plásticos más grandes) [2].
La circulación atmosférica permite que los microplásticos se transporten a largas distancias, y en zonas urbanas su origen se asocia al desgaste de neumáticos, textiles sintéticos, y procesos industriales [3]. Se estima que alrededor del 30 % de los microplásticos ambientales provienen del desgaste de neumáticos, liberando fibras invisibles que contaminan silenciosamente el aire y el agua [4]. Algunas ciudades altamente contaminadas han registrado concentraciones superiores a 1,000 partículas por metro cúbico, lo cual implica que una persona puede inhalar cientos de estas partículas cada día sin saberlo [5].

Figura 1. Dispersión de los microplásticos en el aire
Visualización de cómo los microplásticos se dispersan y viajan a través del aire, mostrando su capacidad de llegar a lugares lejanos e inesperados.
Fuente: Diagrama conceptual generado por ChatGPT (OpenAI, 2025).
2. Impactos en la salud humana y desafíos analíticos
Los microplásticos presentes en el aire constituyen un riesgo real para la salud. Una vez inhalados, pueden depositarse en el sistema respiratorio, provocando inflamaciones. Los nanoplásticos, aún más pequeños, pueden incluso atravesar barreras pulmonares y llegar al torrente sanguíneo, con posibilidad de acumularse en órganos vitales [6]. Aún más preocupante es su capacidad para transportar sustancias tóxicas, como metales pesados y compuestos disruptores endocrinos, que podrían alterar procesos biológicos esenciales y contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas, respiratorias y cardiovasculares [7].
Estudiar estos contaminantes plantea un reto técnico considerable. Su detección requiere tecnologías avanzadas: primero se capturan mediante filtros especializados, luego se eliminan interferencias mediante tratamientos químicos, y finalmente se caracterizan con técnicas como espectroscopía infrarroja (FTIR), espectrocopia micro-Raman (MRS), microscopía electrónica de barrido (SEM-EDS), entre otras. Para su cuantificación se utilizan técnicas como pirólisis acoplada a cromatografía de gases masas(Py-GC/MS), cromatografía líquida con espectrometría de masas (LC-MS) y termogravimetría acoplada a espectrometría de masas (TGA-MS), entre otras. Estos equipos de análisis químico son altamente costosos y su acceso está restringido, lo que limita su uso en países con menor infraestructura científica, como muchos de América Latina.

Figura 2. Degradación de botellas de plástico en partículas finas
Proceso que muestra cómo una botella de plástico común se degrada lentamente hasta convertirse en microplásticos,
que luego se dispersan en el aire y el agua, impactando tanto entornos urbanos como naturales.
Fuente: Diagrama conceptual generado por ChatGPT (OpenAI, 2025).
3. Hacia soluciones regionales y globales
La presencia de microplásticos en el aire es un fenómeno global, pero América Latina enfrenta retos específicos: carencia de datos sólidos, escasa infraestructura analítica y falta de políticas públicas enfocadas. Ante esta situación, la colaboración interinstitucional es clave: compartir recursos y conocimientos permitiría establecer metodologías estandarizadas, fortalecer capacidades técnicas locales y generar datos comparables a nivel internacional.
También es urgente reforzar la educación ambiental. Cuando las personas entienden que los plásticos que usamos a diario pueden fragmentarse y terminar en el aire que respiramos, es más probable que modifiquen sus hábitos y apoyen regulaciones sostenibles. Por otro lado, fomentar la investigación local y el desarrollo de nuevas tecnologías para capturar o degradar microplásticos puede posicionar a la región como líder en innovación ambiental.
Atender la contaminación por microplásticos en el aire es una prioridad ambiental y sanitaria. Se trata de un contaminante persistente, con efectos potencialmente severos sobre la salud humana y los ecosistemas. Enfrentar este reto requiere una combinación de ciencia rigurosa, acción política y conciencia ciudadana.
Por: Dra. Lucy T. González
Escuela de ingenierías y Ciencias.
Centro del Agua, Tecnológico de Monterrey
lucy.gonzalez@tec.mx
Referencias
1.- O’Brien, S., Rauert, C., Ribeiro, F., Okoffo, E. D., Burrows, S. D., O’Brien, J. W., & Thomas, K. V. (2023). There’s something in the air: a review of sources, prevalence and behaviour of microplastics in the atmosphere. Science of the Total Environment, 874, 162193.
2.-Boucher, J., & Friot, D. (2017). Primary Microplastics in the Oceans: A Global Evaluation of Sources. International Union for Conservation of Nature (IUCN).
3.- Dris, R., Gasperi, J., Rocher, V., Saad, M., Renault, N., & Tassin, B. (2016).
Microplastic contamination in an urban area: A case study in Greater Paris. Environmental Chemistry, 13(5), 515–526.
4.- Giechaskiel, B., Grigoratos, T., Mathissen, M., Quik, J., Tromp, P., Gustafsson, M., & Dilara, P. (2024). Contribution of Road Vehicle Tyre Wear to Microplastics and Ambient Air Pollution. Sustainability, 16(2), 522.
5.- Allen, S., Allen, D., Phoenix, V. R., Le Roux, G., Jiménez, P. D., Simonneau, A., Binet, S., & Galop, D. (2019). Atmospheric transport and deposition of microplastics in a remote mountain catchment. Nature Geoscience, 12(5), 339–344.
6.- Wright, S. L., & Kelly, F. J. (2017). Plastic and human health: A micro issue? Environmental Science & Technology, 51(12), 6634–6647.
7.- Revel, M., Châtel, A., & Mouneyrac, C. (2018). Micro(nano)plastics: A threat to human health? Current Opinion in Environmental Science & Health, 1, 17–23.
Glosario:
Microplásticos: Fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros. Pueden originarse de productos fabricados en ese tamaño (como exfoliantes cosméticos) o del desgaste de plásticos más grandes (como bolsas, botellas o ropa sintética).
Nanoplásticos: Aún más pequeños que los microplásticos, con tamaños inferiores a 1 micrómetro. Son difíciles de detectar y pueden entrar al cuerpo humano a través del sistema respiratorio o digestivo.
FTIR (Espectroscopía Infrarroja por Transformada de Fourier): Técnica que permite identificar los tipos de plásticos al analizar cómo interactúan con la luz infrarroja.
Espectroscopía Raman: Técnica que analiza la interacción de un haz de luz láser con las moleculas de una muestra. Esta interacción genera un espectro característico que permite identificar la composición química del material, siendo especialmente útil para distinguir distintos tipos de plásticos.
Microscopía electrónica de barrido (SEM-EDS): Técnica que permite visualizar partículas extremadamente pequeñas con mucho detalle y analizar su composición elemental.
Pirólisis acoplada a cromatografía de gases y espectrometría de masas (Py-GC/MS): Técnica que descompone los plásticos mediante calor en ausencia de oxígeno, genera compuestos volátiles que luego se separan y analizan para identificar su composición química con gran precisión.
Termogravimetría acoplada a espectrometría de masas (TGA-MS): Técnica que mide la pérdida de masa de una muestra al ser calentada de forma controlada, mientras analiza los gases liberados mediante espectrometría de masas. Esto permite identificar los compuestos presentes y estudiar la descomposición térmica de materiales como los microplásticos.
Disruptores endocrinos: Sustancias químicas que pueden interferir con las hormonas del cuerpo, afectando el desarrollo, la reproducción y otras funciones biológicas.