Imagina que tu próximo viaje no se resume en una foto bonita para Instagram ni en una lista de lugares turísticos que “debes” visitar. Piensa que, además de descubrir un nuevo país, siembras tus propios alimentos, reciclas materiales junto a una comunidad o apoyas a una familia que vive de manera sustentable. Viajar puede ser mucho más que recorrer sitios famosos: puede convertirse en una experiencia que transforme tu manera de ver el mundo y que, al mismo tiempo, deje un impacto positivo en el planeta.
Cuando decidí realizar voluntariados en Canadá y Reino Unido, lo hice con la ilusión de vivir algo distinto, pero lo que encontré fue mucho más profundo. Me inscribí en plataformas de voluntariado donde puedes elegir proyectos según tus intereses y valores. Muchos de ellos están alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como la producción y consumo responsables (ODS 12) o la vida de ecosistemas terrestres (ODS 15). La clave está en elegir un proyecto que te inspire y revisar siempre los comentarios de otros voluntarios para confirmar y garantizar de que es un proyecto viable en un espacio confiable con destino seguro. Desde el momento en que comienzas a planear, tu viaje ya empezó: sueñas, te emocionas y empiezas a conectar con lo que está por venir.
En mis estancias, descubrí que la vida sustentable se aprende con las manos en la tierra. He cosechado tomates y manzanas, preparado conservas, cuidado gallinas y trabajado en huertos e invernaderos. Antes, para mí una manzana era solo un producto que tomaba del estante del supermercado. Ahora entiendo todo el proceso que hay detrás: sembrar, cuidar, esperar, cosechar. Ese contacto me enseñó a valorar más los alimentos y el trabajo de quienes los producen. Comprendí que cada bocado es un regalo de la tierra y de las personas que la cuidan.
Otra enseñanza poderosa fue ver cómo las familias reciclan y dan segundas oportunidades a los objetos. En nuestro país aún existe estigma hacia el uso de ropa de segunda mano o muebles reciclados, pero en esos voluntariados me enamoré de la creatividad detrás del reciclaje. Aprendí que reutilizar no significa conformarse, sino abrir posibilidades: transformar, reinventar, innovar. Desde entonces, pienso más en cómo puedo prolongar la vida de los objetos y reducir mi consumo. Incluso empecé a considerar un minihuerto en casa y participar en trueques, lo cual también fortalece el sentido de comunidad.
Vivir como local fue otro de los grandes regalos. Desplazarme en bicicleta, perderme en calles desconocidas, cocinar con ingredientes locales y compartir la mesa con familias que me recibieron con calidez me hicieron sentir parte de la comunidad. Viajar dejó de ser una carrera por llegar al sitio turístico más “instagrameable” y se convirtió en una oportunidad de conexión: con la gente, con la cultura, con el entorno natural. Al final, las experiencias más memorables no fueron los hot spots turísticos, sino esos momentos cotidianos que me hicieron sentir agradecida y maravillada por lo hermoso de nuestro planeta y lo invaluable de la colaboración en actividades diarias.
Lo más sorprendente es que este tipo de viajes también resultan accesibles económicamente. En muchos proyectos, tu trabajo se intercambia por alojamiento y comida, lo que reduce los costos y al mismo tiempo te enriquece con aprendizajes y amistades. No se trata de “consumir” un destino, sino de integrarte en él. Eso lo hace todavía más especial: un viaje con propósito es, al mismo tiempo, más económico, más auténtico, más transformador.
Por eso, antes de salir, te invito a que te preguntes: ¿Qué quiero experimentar? ¿Cómo me quiero sentir? ¿Qué impacto quiero generar? Poner una intención clara te dará dirección y te permitirá alinear tus acciones con tus valores. Claro que viajar por diversión también es increíble, pero cuando lo haces con propósito, la alegría se multiplica.
Eso sí, nunca olvides cuidar tu seguridad. Revisa siempre los comentarios de otros voluntarios, comparte tus datos de viaje con tu familia y escucha tu intuición: si algo no se siente bien, hazte caso. Tu bienestar es la base para que la experiencia sea plena y transformadora.
Viajar sustentablemente no es una moda, es una forma de ser parte activa del cambio que nuestro planeta necesita. Es descubrir que tu aventura puede ser también un acto de amor hacia la tierra y hacia las comunidades que la habitan. La próxima vez que pienses en un viaje, pregúntate: ¿qué huella quiero dejar? Porque cada kilómetro recorrido puede convertirse en una semilla de transformación, tanto en el mundo como en tu propia vida.
Y si después de leer esto te quedaste con ganas de saber más —por ejemplo, sobre plataformas de voluntariado o cómo empezar tu propio viaje sustentable—, aquí hay una de tantas plataformas https://www.workaway.info/invite/5AD367AX o puedes escribirme a mi correo, será un gusto seguir la conversación.
Por: Dania Cabrera Palma
Abogada especialista en Derecho Ambiental
palmadania@gmail.com