Mientras millones de personas en todo el mundo deslizan el dedo por la pantalla en busca de entretenimiento rápido, entre bailes virales y recetas de cocina, también pueden encontrarse pequeñas revoluciones verdes. La manera en que hablamos, pensamos y sentimos sobre el planeta está cambiando en fragmentos de 15 a 60 segundos. TikTok, esa aplicación que muchos creíamos destinada a bromas y bailes, se ha convertido en un inesperado territorio de batalla y esperanza para el futuro ambiental.
Frente a la crisis climática, es común sentir ansiedad o insignificancia ante la magnitud de los problemas globales. Surgen preguntas inevitables: ¿realmente sirve de algo que yo recicle, que consuma menos carne o que comparta un video sobre el tema?
Un reciente estudio de la Universidad de Ámsterdam analizó más de 1500 videos ambientales en TikTok (Dubey et al., 2025), tanto en inglés como en español, y descubrió que las conversaciones sobre el medio ambiente son mucho más diversas de lo que imaginamos. Sorprendentemente, el cambio climático, el tema que domina titulares y documentales, aparece apenas en el séptimo lugar. En cambio, los temas que realmente predominan y generan mayor engagement, interacción y curiosidad, están ligados a nuestra vida diaria. Los videos más populares no hablan del derretimiento de los polos, sino de cómo aprovechar mejor los residuos o de por qué elegir una dieta basada en plantas puede marcar la diferencia. Enlistando las temáticas populares que se visualizan en las breves publicaciones encontramos la biodiversidad (escenas de naturaleza, conservación) el cual es el tópico primario que más aparece con el 21.82% de los videos, se sigue el tema de la sostenibilidad (consejos ecológicos, marcas sustentables) y la gestión de residuos. Los videos sobre alimentación, por ejemplo, de comida vegana, también son relativamente más atractivos que los de cambio climático. ¿Qué significa esto?, ¿Por qué la gestión de nuestra basura y lo que comemos nos conecta más emocionalmente que el derretimiento de un glaciar lejano?
Un cambio de narradores
En el entorno digital actual, la información ya no proviene únicamente de medios o instituciones. Según el estudio, la mayor parte del contenido ambiental en TikTok es creado por personas comunes: influencers, activistas o simples aficionados. Y lo más llamativo es que sus publicaciones reciben mucha más participación que las de gobiernos, medios o asociaciones ambientalistas.
Esto revela una transformación profunda. Las audiencias, especialmente las jóvenes, confían más en voces cercanas que en discursos institucionales. Si queremos promover una acción ambiental significativa, debemos reconocer que el poder de la influencia reside hoy en la autenticidad y la empatía. La ciencia y las políticas siguen siendo esenciales, pero las emociones y las historias personales son las que logran movilizar.
Emoción y cercanía: el motor del cambio
Los videos más exitosos no son los que muestran datos alarmantes, sino los que apelan a la emoción. Ver el antes y después de una playa limpia o a alguien orgulloso de su huerto urbano inspira más que cualquier estadística. La comunicación ambiental está dejando de ser un monólogo técnico para convertirse en un relato compartido, donde las soluciones surgen de experiencias reales.
El estudio demuestra que los videos que presentan los problemas en una perspectiva global, por ejemplo, conectando la reducción de residuos locales con sus efectos planetarios, atraen más atención. Cuando entendemos que nuestras acciones cotidianas tienen eco en el mundo entero, disminuye la distancia psicológica que suele alejarnos del problema.
La voz individual: entre el poder y la responsabilidad
El auge de los creadores individuales democratiza el discurso ambiental, es decir, cualquiera puede generar conciencia desde su comunidad o red social. Pero esta libertad conlleva un reto. No toda la información es precisa, y muchos mensajes carecen de sustento o claridad.
El estudio encontró que gran parte del contenido es ambiguo, por ejemplo, muchos videos que promueven dietas basadas en plantas no explican las razones ecológicas detrás de esa elección o las ideologías ambientales suybacentes (los valores que motivan la acción). Esa falta de contexto impide que la audiencia relacione sus valores con las acciones que se promueven. Además, la polarización sigue siendo un riesgo. Aunque el contenido visual pueda cruzar barreras ideológicas en las plataformas de redes sociales, las reacciones emocionales divergentes a ese mismo contenido sugieren que las actitudes preexistentes a menudo dictan la interpretación, reforzando las divisiones (Rossi et al., 2025).
Comunicar no solo implica emocionar, sino también explicar el porqué. Los mensajes que expresan con claridad su motivación, ya sea preservar recursos para las generaciones futuras o reconocer el valor intrínseco de la naturaleza, logran mayor participación. Las ideologías ecocéntricas, que consideran a la naturaleza valiosa en sí misma, generan el doble de interacciones que las antropocéntricas. En otras palabras, cuando comunicamos con sentido y propósito, conectamos mejor.
Por ello, además de inspirar, es fundamental verificar las fuentes y cuidar la precisión de la información que compartimos. En un entorno donde cualquier usuario puede influir, la responsabilidad informativa es también una forma de cuidado ambiental.
Cómo maximizar el impacto
A partir de la investigación, surgen tres claves que podemos aplicar tanto en la comunicación ambiental como en nuestras propias redes:
Apelar a las emociones. Los mensajes con carga emocional triplican las visualizaciones y comentarios frente a los puramente informativos. Las emociones nos mueven y fortalecen nuestra responsabilidad ambiental.
Compartir experiencias personales. Las narrativas íntimas tienen un poder movilizador superior al de los discursos impersonales. Mostrar un cambio en la dieta, el proceso de reciclar o la creación de un espacio verde inspira más que repetir datos.
Llamar a la acción. La mayoría de los videos se limita a informar, pero aquellos que invitan explícitamente a actuar son los más efectivos, especialmente en la comunidad hispanohablante. Es momento de pasar de “solo mirar” a “hacer”.
¿Y nosotros?
Es tentador pensar que el cambio depende de los grandes creadores o de las instituciones, pero el estudio demuestra que la verdadera influencia nace de la comunidad. Si los individuos son los comunicadores más atractivos, cada uno de nosotros tiene el potencial de ser un narrador influyente (Unay‐Gailhard et al., 2023). Cada usuario puede decidir qué apoyar, qué compartir y qué normalizar. Se puede iniciar dejando un comentario que promueva la conversación, o bien dando visibilidad a un mensaje constructivo y ampliar su alcance. Como se menciona en el estudio de Unay-Gailhard (2023), esta participación, impulsada por la empatía digital, es fundamental para romper el silencio y generar soluciones.
Quizá la pregunta no sea “¿qué puedo hacer yo?”, sino “¿qué puedo dejar de hacer para cuidar el planeta?”. Reducir, reutilizar, cuestionar, compartir conocimiento: cada elección es una forma de participación. La sostenibilidad no se trata solo de proteger los recursos naturales, sino de repensar la manera en que habitamos el mundo.
Por: Pamela Geraldine Olivo Montaño
Doctora en Filosofía de la ciencia, Comunicación Pública de la ciencia (UNAM)
Profesora de cátedra en Tec de Monterrey, Escuela de Humanidades y Educación, Campus Guadalajara.
Miembro del SNI, nivel candidato.
pamela.olivo@tec.mx
REFERENCIAS:
Dubey, S., Meijers, M. H. C., Smit, E. G., & Smit, E. S. (2025). Talking Environment on TikTok: Messages, Social Actors, and Engagement. Environmental Communication, 19(4), 723–748. 10.1080/17524032.2025.2453232
Rossi, L., Segerberg, A., Arminio, L., Magnani, M. (2025) Do You See What I See? Emotional Reaction to Visual Content in the Online Debate About Climate Change, Environmental Communication, 19(3), 449-467. 10.1080/17524032.2024.2420787
Unay‐Gailhard, İ., Lawson, K., & Brennan, M. A. (2023). An examination of digital empathy: When farmers speak for the climate through TikTok. Journal of Rural Studies, 102. 10.1016/j.jrurstud.2023.103075