Silencio, luego existo. Es tanto el barullo diario, en casi todo momento, que hasta escuchar tu respiración cuesta. Silencio… es un concepto que me encanta, no el que remite a callar, si no el que evoca a detenerse, mirar, pensar, a sentir el vaivén natural de tu cuerpo mientras estás procesando despacito los primeros momentos de la mañana. Qué privilegio es ése, el silencio en medio de este ruidero. Imaginas bien, al chatbot, ni le dirigí la palabra, todas las preguntas las resolvería mi cabeza.
Mirar, para mí, es una forma para abrazar el silencio. John Berger1 afirmaba: "solamente vemos aquello que miramos. Y mirar es un acto voluntario...". Recordé la frase al leer el Artículo de Reflexión de junio, donde su autora nos describe las enormes posibilidades que el sencillo acto de ‘estar presente’, puede generar en cada persona el Silencio verde: el poder de la contemplación de la naturaleza. Ese respetuoso estar, sin expectativas, sin prisas, para conectar nuevamente con nuestro entorno, para regenerar el vínculo con la naturaleza, porque no todo es tecnología.
El mismo Berger enfatizaba: “lo que sabemos o creemos saber afecta al modo en que vemos las cosas”. Lo traigo a colación porque el autor del Artículo de Vida Sostenible nos propone un modo activo de relacionarnos con lo que nos rodea: Reconociendo el ambiente, los polinizadores, sus plantas y los hoteles, pues a partir de esa mirada con base en el conocimiento, podremos cuidar, procurar y regenerar las áreas verdes y hábitat tan necesarias para los polinizadores y los servicios ambientales que nos brindan de los cuales tanto obtenemos.
Nada es para siempre, dicen… Pareciera que los océanos sí, pues es que siempre han estado ahí, más profundos, más alejados, ensanchándose, comiendo costa, dando vida y arrebatándola. Los océanos no conocen el silencio, su naturaleza es sonora, su contemplación hipnótica, su vastedad abruma. Tanta palabrería para abrir paso a la Recomendación del mes que nos lleva a través del The Map to Paradise, por una aventura visual y auditiva en pos de la épica de esperanza por salvaguardar los pulmones de nuestro planeta.
El silencio, claro, no siempre es adecuado, sabe a ignorancia, a desprecio, a indolencia, es amargo. El silencio es tan variadito, que a veces viene bien otras que viene mal, como oleaje, como parvada de pensamientos, como intervalos cíclicos donde o estamos cómodos, o no y preferimos llenarnos de ruido, para no escuchar, para no pensar, para no responder, para no estar aún estando. El silencio no calla, es un modo de mirar. No sé si artificial, pero… ¿qué tan inteligente es tu silencio?
La Editora